29.1.09

Helado Inca Kola: de (ex) Sabor Nacional

El comercial lo vi ayer, pero la noticia la supe la semana pasada de un comentario que hizo Lorena en la oficina... "va a salir el helado de Inca Kola...", dijo, pero quedó como un comentario más del día y seguí haciendo lo mío.

El otro día, caminando frente a una bodega, vi un letrero pequeño encima de la congeladora de helados Donofrio que decía algo así como "¿¿ya probaste el nuevo helado??"... Carajo, eran casi las 10 de la noche y caminando por San Miguel no hacía mucho calor que digamos. Guardé mis ganas. Otro día será.

Hoy, Santos desapareció de la oficina y de pronto,regresó gritando... "¡¡¡Tengo helado Inca Kola!!!". Se lo quise quitar, pero por obvias razones no me dejó... Corrí, abrí la puerta, "¡¡¡heladeeerooooooo!!!", grité. El señor dio media vuelta a su carrito y ya eran dos personas más queriendo probar el helado de (ex) Sabor Nacional detrás mío.

Ah, no. Esta vez no me perdería de probarlo y tampoco lo vería de lejos anhelándolo. Por S/. 1.50 pude probar el nuevo experimento de Donofrio. ¿El sabor? Uhmmm... Muy parecido a la gaseosa, pero sin burbujitas (je, je, je). Dulce. Frío. Amarillo. Inca Kola.


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8.1.09

Bienvenido 2009

Este 2009 empezó con el pie derecho para mí. Lo recibí en la playa con mi chinito y unos amigos. La verdad -y seré súper sincera- no me metí la bomba de la vida, por el contrario me fui a dormir a la 1:30 de la madrugada.

Me agarró una gripe asquerosa que me tumbó a la cama con fiebre de 39 grados el primer viernes del año. No quise regresar a Lima; la casa de playa era segura, tranquila y calientita. Además, sabía que alguien allí me cuidaría mejor que cualquier eminencia médica.

Fue un fin de semana de sol, playa, arena, parrilladas, oportunidades, amor y mocos por montones. A pesar de la enfermedad maligna, puedo decir que la pasé súper lindo y que me supieron cuidar muy bien. No tomamos cantidades industriales de fotos, pero tengo el recuerdo de un Año nuevo diferente y lindo en la memoria (aunque aún siga con una tos de perro...).

Los fines de semana de verano que vienen regresaremos a esa casa calientita que nos acogerá con su agua helada de tanque, agua dispuesta a enfriar nuestros insolados cuerpecitos después de un gran día de playa, y de remojar los mondongos en la arena y el mar.

¡Qué rica vida! De todas maneras sé que tendré que calentar agua en mi ollita para bañarme con tacita y no morir en el intento con una pulmonía fulminante.

Bienvenido 2009. Muy-bien-venido. Te perfilas como uno de los mejores años de mi vida.

Aquí les dejo algunas fotitos de mi fin de semana de Año Nuevo 2008-2009. Enjoy.





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6.1.09

Agendas (y la necesidad de escribir)


Recuerdo la primera agenda que tuve. Era de Garfield y me la compró mi mamá cuando estaba en segundo de secundaria. Un año antes de eso veía que todas las niñas de mi colegio tenían una agenda súper linda y yo era una de las pocas que no poseía una.

Realmente no era por falta de plata, sino porque hacía tiempo que no iba a un colegio "normal" en Lima (y no es que fuera tarada, sino que los azares del destino -y mi madre- me hicieron trotamundos y trotacolegios).

Esa primera agenda, un par de años más tarde, terminó mutilada: corté todos los dibujitos de Garfield para pegarlos dentro del locker que compartía con mi amiga Sara en cuarto de secundaria (y en otro colegio, dicho sea de paso.).

En ese mismo año me compraron mi agenda de Pascualina. ¡Esa era tan, pero tan linda! La decoraba y escribía todo lo que me pasaba en el día. Por obvias razones la guardaba lejos de mi progenitora; todos mis íntimos secretos estaban escritos y nadie podía enterarse de ellos y, menos, mi "amá".

Ahora que lo pienso, era en vano esconderla tanto de ella; yo era más santa y más monga que nada era tan fuerte... "Hoy me besé con X, jijijiji"... Yo y mis grandes travesuras de la época...

Tiempo después, crecí (de edad, mas no de talla...) y comencé a recurrir a un tipo de agendas un poco más de "chica grande". Ya no quería los dibujitos y los stickers de alguna caricatura famosa. Fue allí cuando llegó a mis manos una agenda muy especial. Era de papel reciclado y de la marca Unga.

Mi hermano, Toño, se había tomado la delicadeza de regalármela por Navidad y yo la usaría durante todo el 2003, guardando mis nuevas aventuras con mi primer enamorado "en serio" y mis primeras experiencias en la universidad. Siempre decorándola con vouchers del cine, stickers y dibujos hechos con lapiceros de colores.

¿Por qué me acordé de todo este rollo de las agendas? Buena pregunta. La respuesta: me falta una. Me acabo de dar cuenta de que uso mi linda cabecita como agenda, confiando en que no me fallará en ninguno de los pendientes que tengo por estos días... Jueves: cita médica... Viernes: visitar a mi papá... Domingo: cumple de mi chinito... Martes: encuentro con Kari... Y empiezo a sentir que debo apuntar todo lo que tengo que hacer.

Además, recuerdo que era bonito echarme en mi cama cada noche y escribir lo bonito o lo feo que me había pasado en el día. De hecho, eso es algo que he perdido, pero que quiero recuperar; siempre me gustó escribir y no me acuerdo en qué momento dejé de hacerlo a diario.

El domingo que pasó lo hice en una libreta muy linda que tengo y me gustó mucho volver a hacerlo. Creo que esa puede ser otra de las promesas para este año que ya empieza a correr.

Gastaré mis 30 lukitas en una nueva agenda; la verdad es que estoy empezando varias travesías en estas semanas -que poco a poco podré ir contando- y no quiero perderme ni un detalle.

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