17.8.12

El que no se rinde. El luchador. El admirable

Tengo varios recuerdos de él, pero no todos los que quisiera. Lo recuerdo echado en su camarote, en la parte de arriba, todo rojo, con una insolación maldita que traía cada vez que se iba al norte. ¿Con quién viajaba? Sabrá Dios; yo solo sé que me ponía contenta cuando regresaba a casa, así estuviera coloradísimo y pelucón, lleno de lindos rulos.

Con él me subí por primera vez a un bus de transporte público (debo haber tenido 5 o 6 años) y ese mismo día me llevó al cine San Isidro con su enamorada de aquella época. Vimos una película de un ratón orejón con sombrero. No me acuerdo el nombre, pero siempre me dio nostalgia acordarme de aquella primera película en mi primera salida al cine y, claro, del ratoncito sufrido.

El retoño de mi hermano, ¡es mi ahijado!

Me acuerdo cuando lo visitaba, junto a mi viejita, en su taller de la PUCP. Olía a químicos, había muchas pinturas por todos lados y creo que un par de banquitos en donde sentarse. También tenía un pequeño tallercito en la casa de Santa Catalina al que yo entraba a husmear, a robarme pinceles sin que se diera cuenta y alguna que otra pintura con la que garabateaba; cuando me enteré de lo caros que eran sus materiales, nunca más toqué nada sin permiso.

No siempre estaba en casa, salía mucho, era más grande que yo, pero en Navidad siempre tenía un detalle para mí, para su hermanita; una vez me regaló un anillo de plata, hermoso, que me quedó a la perfección en mi dedo medio (cosa súper difícil porque tengo dedos de olluco), pero lo perdí en Colombia hace un par de años y cada vez que pienso en eso, me da mucha cólera por lo despistada que puedo ser y porque sé que me lo compró con todo el amor del mundo.


Sus últimas obras están inspiradas en la Amazonia

Lo he admirado siempre y no por lo que hace, sino por cómo lo hace. Es una de las personas más persistentes que conozco y así muchas veces no le vaya bien en su negocio como artista, no se rinde, no le da tregua; él sigue adelante buscando la manera de que la gente lo valore y también a su trabajo. Yo creo que otro, en su lugar, hubiera mandado todo al diablo y se hubiera dedicado a otra cosa. Una vez le dije "¿Por qué no te dedicas al diseño gráfico? ¡Eso da más plata!", y él me respondió "No, porque sino hubiera estudiado eso. A mí me gusta lo que hago".

No nos vemos mucho; yo también crecí y ahora los dos tenemos agendas complicadas, pero cada vez que escucho El último de la fila, no puedo evitar sonreír, pensar en lo esencialmente bueno que es y recordarlo con su zampoña, cuando tocaba los acordes de Llanto de pasión con una perfección única que me ponía la piel de gallina. Hoy es su cumpleaños y tampoco estoy segura de si lo veré, o si quizá será mañana, pero mi hermano de "sangre completa" (y qué feliz fui cuando me enteré de que no era solo miti-miti) sabe que lo quiero, hasta el infinito y más allá.

¡Eres mi artista favorito, hermanito!

Ahora ya sabes quién pintó el mural del Dragón de Barranco; ¡sí, mi hermano!

UPDATE: Mi hermano, el gigante, me acaba de hacer recordar qué pela era la del ratón. Se llamaba "An American Tail". ¡Qué lindo!

7.8.12

¡Polka dots on my nails (again)!

Últimamente me he afanado con los esmaltes. El otro día me compré colores que me faltaban: blanco, negro y amarillo, y desde ese día, busco hacerme cositas simpáticas en las manos (pueden ver mis otros diseñitos acá y aquí). Sí, también me compré gotitas mágicas de OPI y endurecedor, y un punzón y dos pinceles que traté de usar el domingo, pero creo que estoy ligeramente negada para hacer rayitas en mis uñas.


Cuando Ro vio mis manos, me dijo que mis uñitas parecían de Doña Pepa. Jajaja, fue muy gracioso, porque en serio no se me había ocurrido (¡y porque realmente parecen galletitas con chocolate y grageas de colores!)


Si les encanta hacerse lunares o polka dots en las uñas, les recomiendo que se compren un punzón en las tiendas donde venden materiales de belleza. Yo lo compré en Magdalena, pero creo que en Lince o Jesús María también los pueden encontrar. Me costó alrededor de S/.4.

1.8.12

La regla de tres y dos conclusiones


Tuve problemas con las matemáticas. Siempre. Me gustaban, sí, pero era un desastre pensar en tantas fórmulas y sentir que nunca en mi vida las iba a volver a usar. Craso error.

Hace unas semanas necesitaba sacar un porcentaje, un maligno porcentaje. Recordaba que me habían enseñado la regla de tres simple en el colegio, pero lo que no recordaba era cómo carajos utilizarla, qué números iban dónde, cuál se dividía y cuál se multiplicaba.

Recordé que hay una persona en el mundo que siempre responde mis interrogantes, por más tontas que sean. Mi hermano, el gigante, al toque me dijo la fórmula mágica por chat y hasta me mandó una foto de la ecuación (y es probable que la imprima y la enmarque para nunca olvidármela). ¡Más lindo!

Todo esto me hace pensar en dos cosas: primero, en que no hay que subestimar nada en este mundo, por más pequeño e inútil que parezca, sino que hay que saber apreciarlas por lo que son y porque quizá, algún día, nos sirvan; y segundo, en que no quiero privarle el gusto de tener un/a hermano/a a mi futuro/a hijo/a (y en que ojalá que le toque como el mío), porque es uno de los placeres más lindos del mundo.