6.1.09

Agendas (y la necesidad de escribir)


Recuerdo la primera agenda que tuve. Era de Garfield y me la compró mi mamá cuando estaba en segundo de secundaria. Un año antes de eso veía que todas las niñas de mi colegio tenían una agenda súper linda y yo era una de las pocas que no poseía una.

Realmente no era por falta de plata, sino porque hacía tiempo que no iba a un colegio "normal" en Lima (y no es que fuera tarada, sino que los azares del destino -y mi madre- me hicieron trotamundos y trotacolegios).

Esa primera agenda, un par de años más tarde, terminó mutilada: corté todos los dibujitos de Garfield para pegarlos dentro del locker que compartía con mi amiga Sara en cuarto de secundaria (y en otro colegio, dicho sea de paso.).

En ese mismo año me compraron mi agenda de Pascualina. ¡Esa era tan, pero tan linda! La decoraba y escribía todo lo que me pasaba en el día. Por obvias razones la guardaba lejos de mi progenitora; todos mis íntimos secretos estaban escritos y nadie podía enterarse de ellos y, menos, mi "amá".

Ahora que lo pienso, era en vano esconderla tanto de ella; yo era más santa y más monga que nada era tan fuerte... "Hoy me besé con X, jijijiji"... Yo y mis grandes travesuras de la época...

Tiempo después, crecí (de edad, mas no de talla...) y comencé a recurrir a un tipo de agendas un poco más de "chica grande". Ya no quería los dibujitos y los stickers de alguna caricatura famosa. Fue allí cuando llegó a mis manos una agenda muy especial. Era de papel reciclado y de la marca Unga.

Mi hermano, Toño, se había tomado la delicadeza de regalármela por Navidad y yo la usaría durante todo el 2003, guardando mis nuevas aventuras con mi primer enamorado "en serio" y mis primeras experiencias en la universidad. Siempre decorándola con vouchers del cine, stickers y dibujos hechos con lapiceros de colores.

¿Por qué me acordé de todo este rollo de las agendas? Buena pregunta. La respuesta: me falta una. Me acabo de dar cuenta de que uso mi linda cabecita como agenda, confiando en que no me fallará en ninguno de los pendientes que tengo por estos días... Jueves: cita médica... Viernes: visitar a mi papá... Domingo: cumple de mi chinito... Martes: encuentro con Kari... Y empiezo a sentir que debo apuntar todo lo que tengo que hacer.

Además, recuerdo que era bonito echarme en mi cama cada noche y escribir lo bonito o lo feo que me había pasado en el día. De hecho, eso es algo que he perdido, pero que quiero recuperar; siempre me gustó escribir y no me acuerdo en qué momento dejé de hacerlo a diario.

El domingo que pasó lo hice en una libreta muy linda que tengo y me gustó mucho volver a hacerlo. Creo que esa puede ser otra de las promesas para este año que ya empieza a correr.

Gastaré mis 30 lukitas en una nueva agenda; la verdad es que estoy empezando varias travesías en estas semanas -que poco a poco podré ir contando- y no quiero perderme ni un detalle.

Tags Blogalaxia: , , , , , .

2 comentarios:

  1. En este post también me hiciste recordar que yo también necesito una agenda para este año que acaba de empezar ya que sé que muchas cosas me pasarán en este 2009!!!!!



    Ah! Y muy bonitas las experiencias que cuentas con tus agendas incluyendo la de la Pastrulina (Esa chica me caía tan pero tan mal...)

    ResponderEliminar
  2. Así como tú, yo también empecé a usar agendas desde muy chica.

    Tuve una pascualina ohhh y escribía todas mis boberías de "niña enamorada".

    Ahora tengo una Maitena que adoro!!!....

    Espero que cuando vuelva a leerte ya te hayas comprado tu agenda!!.

    Besos!!

    ResponderEliminar

¿Qué opinas?