17.4.08

Peliculera de miércoles

Dicen que nuestros actos tienen repercusiones muy serias en las demás personas y más cuando los actos cometidos son en base a venganzas o rencores sin razones muy aparentes...

El día de ayer fui al cine con mi amiga Ingrid. Fue una salida algo inesperada; me dijo el día anterior “vamos al cine” y sin pensarlo dos veces respondí “ya, mostro!”. La película tenía, en principio, un nombre extraño... Mi adorada amiga no me supo explicar bien el título... El nombre real es Expiación, Deseo y Pecado (Atonement en el idioma original) y ella me dijo algo así como Pecado, rencillas y caravinas. Suena bien tirado de los pelos, pero realmente fue así –o algo parecido- y lo más gracioso es que fue en pleno examen en el salón de la universidad (¿?).

En fin, eran ya las 3:37 p.m. y la película empezaba a las 3:45. Ingrid no aparecía y yo ni sabía de qué rayos podría tratar la pela. Llegó la flaquita y entramos a la sala (no sin antes llenarnos las manos de Coca Cola y canchita). “Interesante” pensé mientras abría mi ansiada bebida cafeínica. El inicio: una niña de trece años terminando de redactar una obra en su máquina de escribir del año de la pera.

Hasta un determinado momento de la pela yo no comprendía muy bien lo que estaba ocurriendo y el pasar de los personajes por la pantalla hasta me pareció un poco aburrido, debo admitirlo. Sin embargo, luego de unos cuantos minutos la cosa se puso mejor. Logré entender cuál era el quid del asunto que se daba en ese écran raído de la Sala Azul del Centro Cultural Pucp: una niña había mandado a prisión a un amor imposible solo porque lo encontró haciéndole el amor a la hermana de ella en la biblioteca de su casa (qué ironías tiene la vida, eh?).

Con el pasar del tiempo –que se hacía eterno, dicho sea de paso, pero que valía cada vez más y más por la angustia y ansiedad que me generaba- se iba dilucidando la historia y daba vuelcos inimaginables. Carajo, Ingrid ya estaba llorando y yo, que soy la sensibilidad personificada (o algo por el estilo), la seguí en la moqueada cinematográfica de un miércoles por la tarde...

No les voy a contar el final, porque de verdad vale la pena ir a verla o por lo menos comprarla pirata en el semáforo de la avenida Javier Prado. Debo decir que desde hace algún tiempo no veía una película tan interesante como esta y fuera de las americanadas que solemos ir a ver en el Cineplanet, debemos, creo, darnos una escapada del mundo capitalista y mezquino que nos enseñan para darle paso a películas –que aunque solo te acompañen cuatro personas más en la sala del cine- no del todo conocidas ni premiadas con 35 Oscar que sabe Dios gracias a qué hijo del vecino se les otorgan.

Sí, empecé este post con un comentario que de repente hasta ahora ha sonado un poco extraño y un tanto fuera de lugar, pero es que algunas películas te dejan pensando en cómo es la vida de jodida y que por algunos actos incongruentes con uno mismo, se le puede cagar el destino a los demás o tal vez los demás a uno mismo. Reflexionar acerca de la vida, es, a veces, útil y otras, no tanto.

Vale la pena ver esa pela. Cien por ciento recomendada.

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