Camino al Valle del Colca, a los 5,000 msnm, con un frío desgraciado y de madrugada, vi a través de la luna empañada de la camioneta, algo blanco que me llamó la atención. Limpié el vidrio congelado a duras penas y grande fue mi sorpresa cuando vi hielito por montones, como ese de la refri verde antigua con el que jugaba de pequeñina.
Cuando bajamos de la camioneta a desayunar, mi Ro le pidió al guía que por favor paremos de regreso a Arequipa para que mis manitas pudieran, al fin, sentir, tocar y jugar con la nieve. No pude más con la emoción, porque unas horas después, el carro desaceleró, el guía abrió la puerta y granizó encima mío; me olvidé de la altura y crucé corriendo la carretera desolada para hacer mi primerísima bola de nieve que Ro capturó con nuestro lente.
Me sentí como una niña de nuevo, emocionada por cumplir un sueño (aunque parezca tonto y muchos me miren con cara de "WTF!") al que ya le puedo hacer check en mi wishlist de cosas para hacer antes de morir. ¿No les pasa también que esas cosas minúsculas de la vida les causan una emoción infinita? ¡Qué felicidad tocar la nieve! ¡Qué felicidad!
Y falta ir a EEUU a buscar más nieve :) con Pisco Sour
ResponderEliminarA cualquier lado siempre con ustedes :D
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